Era una noche lluviosa de mediados de marzo, cuando Felton Jarvis, productor de Elvis Presley, recibió una llamada desesperada. La voz al otro lado del teléfono era de Joe Esposito, uno de los hombres de confianza de Elvis. “Felton, tienes que hacer algo. Está en un estado lamentable. No deja de escuchar ese maldito disco de Charles Boyer, «‘Where Does Love Go?», una y otra vez, tío. Es como si ese franchute pudiera explicarle lo que le ha pasado.”
Felton sabía de sobra lo que le había pasado a Elvis: Priscilla lo había abandonado. Cansada de las infidelidades y las noches interminables de excesos, había cogido a su hija y se había ido con otro hombre. Y Elvis, el rey del rock & roll, parecía un rey destronado, atrapado en una tristeza profunda.
Para Felton, la misión era clara: tenía que hacerle levantar cabeza. Y no sólo a nivel personal, sino también como artista. Su último sencillo, “Until It’s Time for You to Go” era el quinto single consecutivo que no entraba en el Top 30, y las ventas habían caído drásticamente de 750.000 a 200.000 copias. Elvis necesitaba desesperadamente un éxito. Así que, tras colgar el teléfono, Esposito, Felton hizo una nueva llamada, esta vez al propio Elvis, con un mensaje muy concreto: «Tengo algo para ti.»

Cuando Felton llegó a los estudios de RCA en Hollywood, llevaba bajo el brazo una canción escrita por el joven Dennis Linde, un compositor prácticamente desconocido, aún sin grandes éxitos en su haber. Linde había compuesto algunas canciones para artistas de Nashville, y estaba claramente influido por el Country espiritual y el gospel.

Aunque era totalmente rockero, el tema que Felton traía consigo tenía una estructura y un coro que recordaban indiscutiblemente a los himnos de gospel. Además, el uso de los coros con armonías potentes y la intensidad del mensaje de la letra remitían al oyente a la tradición espiritual cristiana.
¿Y de qué hablaba la canción? Nada más y nada menos que del fuego. El fuego, que no sólo representaba el amor ardiente, sino también nos remitía a referencias bíblicas y a su poder purificador y sobre todo… a su poder sanador. Y eso es lo que Felton necesitaba para Elvis: un tema sanador.
Pero antes de intentar que Elvis grabara lo que podía ser un nuevo y providencial éxito, había que prepararlo emocionalmente. Cuando llegó al estudio, el 27 de marzo de 1972, Felton se encontró con la sombra de lo que un día había sido el Rey del Rock. La mirada perdida y el semblante apagado mostraban a un Elvis al borde de los cuarenta, enfrentándose al abismo del fracaso, no sólo personal, sino también profesional. Así que Felton guardó su canción estrella y dijo: “Vamos a empezar con algo tranquilo”.
Eligió “Separate Ways”, una canción que narraba la ruptura de una familia desde el punto de vista de un hijo. Sabía que eso tocaría el corazón de Elvis. Así que para hacerlo aún más personal, le cambió la letra para que la protagonista fuera una hija en lugar de un hijo. Elvis se sumergió en la canción con una intensidad conmovedora.
La siguiente canción de la jornada fue “For the Good Times”, de Kris Kristofferson, una balada agridulce que reflejaba su propio estado de ánimo. Poco a poco, la música comenzó a devolverle algo de lo que antes era su vida.

No fue hasta la noche del día siguiente, 28 de marzo cuando Felton le mostró a Elvis la partitura que había traído. “Mira esto, Elvis”, le dijo, con un brillo en los ojos. Elvis asintió con desgana, pero cuando tomó el micrófono y comenzó a cantar, algo cambió. El ritmo lo atrapó, su voz cobró fuerza y su energía, ausente hasta entonces, regresó con furia. La banda, con Joe Esposito, Jerry Schilling y Charlie Hodge en la guitarra acústica, encontró el groove perfecto de este tema después de seis tomas rápidas.

Elvis lo dio todo. En cada nota, en cada frase, estaba el fuego de su amor por Priscilla, el ardor de la pérdida y la pasión de un hombre consumido por su propio sentimiento. “I’m just a hunk, a hunk of burning love”, cantó con una intensidad feroz, como si se tratara de una súplica desesperada.

El resultado fue explosivo. La canción, “Burning Love” se convirtió en el último gran hit de rock & roll de Elvis en los Estados Unidos, alcanzando el número 2 en el Billboard Hot 100. Más allá del éxito comercial, aquella noche, en un estudio de Hollywood, Elvis encontró en la música el único refugio que le quedaba. Y aunque su carrera nunca volvería a brillar como antes, en esa canción dejó grabada para siempre la llama de su amor perdido.